Hugo Guerra creció con una vida hogareña difícil en Guatemala. Usó su guitarra para ayudar a sobrellevar y superar los desafíos cuando era adolescente. Cuando emigró a Estados Unidos, su guitarra se convirtió en una herramienta para sobrevivir. Radioactivos Adrián Guerra nos comparte la historia de su papá Hugo.
[RadioActive Youth Media is KUOW’s radio journalism and audio storytelling program for young people. This episode was entirely youth-produced, from the writing to the audio editing.]
METROi papá aprendió a tocar la guitarra cuando crecía en la Ciudad de Guatemala. A los 13 años, cuando vio que su primo compraba una guitarra para Navidad, supo que él también necesitaba una.
Sus padres tardaron un año en ahorrar el dinero.
“Recuerdo que sonaba muy bien”, me dice mi papá, “pero no tenía mucho marco de referencia. También estaba empezando, así que no era muy bueno”.
La vida nunca ha sido fácil para mi padre. Crecer después de una guerra civil trajo desafíos que muchos de nosotros en los Estados Unidos no tenemos que enfrentar.
Mi papá recuerda una vez que la madre de un amigo lo dejó en la escuela y un automóvil los seguía: “Cuando llegaron a mi casa, se bajaron del automóvil y nos sacaron de ese automóvil con armas. Como, ‘salgan todos’, y luego robaron el auto”.
Tuvo muchos momentos así.
Escucharlo contarme esta historia me tomó por sorpresa. Es un gran contraste con la vida que nos ha ayudado a mí ya mi hermano. pero cosas así eran normales para él. A veces no te das cuenta de lo bien que lo tienes hasta que escuchas algo así.
“A veces es difícil para la gente entender cómo creces así”, dice mi papá. “O a veces la gente piensa que creces con miedo constante por eso, pero yo diría que simplemente se convierte en parte de tu vida, de lo que tienes que hacer”.
Mi papá me dijo que si eres un inmigrante en un país nuevo, simplemente no puedes darte el lujo de sentirte abrumado.
Adrián Guerra
A los 18, cuando la mayoría de los niños van a la universidad o consiguen trabajo, mi padre dejó atrás todo lo que sabía y se mudó a los Estados Unidos.
Pero sus desafíos no se solucionaron de la noche a la mañana. Trabajaba de 12 a 14 horas al día en las cocinas de los restaurantes solo para sobrevivir. Si alguna vez has trabajado en un restaurante, sabes lo agotador que puede ser. Un turno de 12 horas es suficiente para que una persona normal quiera desmayarse. Pero mi papá está lejos de ser normal.
Me dijo que si eres un inmigrante en un país nuevo, simplemente no puedes darte el lujo de sentirte abrumado.
“Es posible que lo sientas, y sí, muchos latinos que conocí también lo sintieron”, dice, “pero ni siquiera lo piensas, no hablas de eso porque tienes que continuar, no hay Otra opción.
“Es como un tiburón nadando en el agua, ya sabes, sigues o mueres porque no puedes respirar”.
Involucró una parte diferente de mí… Al menos por un breve momento no piensas en el estrés o las horas que estás trabajando o algo por el estilo. Solo estás tocando un instrumento.
Hugo Guerra
La música era una especie de meditación para él. Ayudó a su cerebro en constante pensamiento a tomar una respiración profunda.
Lo conecta ahora con el joven músico de Guatemala que alguna vez fue.
“Simplemente involucré una parte diferente de mí”, explica mi papá, “y eso también fue relajante porque al menos por un breve momento no piensas en el estrés o las horas que estás trabajando ni nada por el estilo. Sólo estás tocando un instrumento.
“Algo sobre la música, ya sabes. Realmente siento, como dijiste, que es parte de mí de alguna manera”.
Y también es parte de mí.
Esta historia fue creada en KUOW’s Radioactivo Taller en línea de introducción al periodismo radiofónico para jóvenes de 15 a 18 años, con el apoyo de producción de Kyle Norris y Meghana Kakubal. Preparado para la web por Morgen White. Editado por Diana Opong.
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